La definición de cuándo una persona entra en la llamada «tercera edad» ha sido un tema de debate durante décadas. Tradicionalmente, se ha considerado que una persona es parte de la tercera edad al cumplir los 65 años. Sin embargo, esta cifra es más arbitraria de lo que parece y no refleja necesariamente la realidad actual de la esperanza de vida y las capacidades funcionales de las personas mayores. La pregunta es: ¿es 65 años realmente la edad adecuada para considerar a alguien como «persona de la tercera edad»?
El origen del umbral de los 65 años
El umbral de los 65 años tiene sus raíces en la Alemania de Otto von Bismarck, quien en 1889 estableció el sistema de pensiones para trabajadores mayores de 70 años, una edad que luego se redujo a 65 años. Esta edad fue adoptada posteriormente por muchos otros países, incluyendo Estados Unidos, como la edad estándar de jubilación. En esa época, la esperanza de vida era significativamente menor que hoy en día, por lo que llegar a los 65 años era una excepción más que la norma.
Esperanza de vida y envejecimiento saludable
Hoy en día, la situación ha cambiado radicalmente. En muchos países, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente, llegando a superar los 80 años en varios lugares. Además, gracias a los avances en medicina, nutrición y estilo de vida, muchas personas de 65 años o más están viviendo vidas activas y saludables, y no se consideran a sí mismas como «ancianas».
Los estudios indican que las capacidades físicas y cognitivas de las personas mayores han mejorado con cada generación. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Jyväskylä en Finlandia mostró que las personas de 75 años hoy en día tienen la capacidad funcional de alguien de 65 años hace 30 años. Esto sugiere que el umbral de 65 años ya no es un indicador preciso del comienzo de la tercera edad.
Enfoques modernos y variables culturales
Algunos expertos sugieren que el umbral para considerar a alguien como una persona de la tercera edad debería ser más flexible y tomar en cuenta factores como la salud individual, la funcionalidad y el contexto cultural. En Japón, por ejemplo, una sociedad con una de las esperanzas de vida más altas del mundo, se ha propuesto considerar a las personas de 75 años o más como parte de la tercera edad.
Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha comenzado a utilizar términos como «envejecimiento activo» para enfatizar la importancia de mantener la salud y la actividad a medida que envejecemos, en lugar de centrarse únicamente en la edad cronológica.
Implicaciones para la sociedad y la política
Cambiar la percepción y la definición de la tercera edad tiene importantes implicaciones para la sociedad y las políticas públicas. Si reconocemos que muchas personas de 65 años o más aún son activas y saludables, podríamos reconsiderar las edades de jubilación y los sistemas de pensiones para reflejar esta nueva realidad. Esto no solo aliviaría la presión sobre los sistemas de seguridad social, sino que también permitiría a las personas mayores continuar contribuyendo a la sociedad y la economía durante más tiempo.