La esperanza de vida ha aumentado notablemente, constituyendo un logro significativo tanto de la medicina como de las políticas de salud pública. Sin embargo, este incremento en la longevidad no siempre se traduce en años de vida saludables. En 2015, alrededor de 47 millones de personas mayores vivían con demencia, y se estima que esta cifra se triplicará para 2050. De todos los casos de demencia, el Alzheimer representa aproximadamente el 60-70%, siendo la forma más común entre los adultos mayores.
Diversos estudios indican que entre el 35% y el 40% de los factores de riesgo para el desarrollo de demencias en adultos mayores son modificables, incluyendo la alimentación y la actividad física. Este hecho subraya la importancia de adoptar estilos de vida saludables desde edades tempranas para tener un impacto positivo en el envejecimiento.
La Relación entre la alimentación y el deterioro cognitivo
La pregunta sobre cómo la alimentación influye en el deterioro cognitivo y si es posible intervenir de manera temprana para reducir este riesgo ha sido objeto de investigación durante años. Un envejecimiento exitoso incluye mantener una correcta función cognitiva, lo cual se logra en parte mediante hábitos de vida saludables desde una edad temprana.
Investigaciones recientes han explorado la relación entre la nutrición y el deterioro cognitivo en adultos mayores. Aunque aún faltan ensayos clínicos aleatorizados para obtener evidencia concluyente, estudios observacionales han proporcionado información valiosa sobre esta asociación, permitiendo realizar recomendaciones basadas en la mejor evidencia científica disponible.
La dieta MIND: Un enfoque preventivo
Una de las estrategias dietéticas que ha mostrado eficacia en la prevención del deterioro cognitivo es la dieta MIND (Mediterranean-DASH Intervention for Neurodegenerative Delay). Esta dieta combina los beneficios de la dieta mediterránea y la dieta DASH, junto con el uso de altas cantidades de antioxidantes como flavonoides, vitamina E, carotenos y ácidos grasos omega-3.
Diversos estudios observacionales han demostrado que la adherencia a la dieta MIND reduce significativamente el riesgo de deterioro cognitivo. Este patrón alimenticio incluye un alto consumo de vegetales de hojas verdes, nueces y almendras, frutos rojos, leguminosas, cereales integrales, pescados, huevos, aceite de oliva y vino tinto en las comidas.
Patrones alimenticios que aumentan el riesgo de deterioro cognitivo
En contraste, ciertos patrones alimenticios se asocian con un mayor riesgo de deterioro cognitivo. La dieta occidental, caracterizada por un alto consumo de alimentos procesados, calorías vacías, sodio, grasas trans y saturadas, y conservadores, es uno de los más estudiados. Este tipo de dieta contribuye a la neuroinflamación, aumentando la producción de citocinas proinflamatorias como IL-6, IL-1β y TNF-α. Estas proteínas proinflamatorias pueden afectar negativamente la plasticidad sináptica del hipocampo, aumentar la amiloidosis, causar daño y muerte neuronal, adelgazamiento cortical y reducción del volumen cerebral.
La evidencia sugiere una asociación significativa entre la alimentación y las funciones cognitivas, destacando la importancia de los antioxidantes en la dieta, como la vitamina E, flavonoides, carotenos y ácidos grasos omega-3, como parte de una alimentación antiinflamatoria. Adoptar hábitos alimenticios saludables desde edades tempranas es crucial para fomentar un envejecimiento exitoso, saludable y activo, permitiendo disfrutar plenamente de esta etapa de la vida.