Robots biohíbridos: La frontera difusa entre lo orgánico y lo artificial
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En un hito sorprendente para la ciencia moderna, un equipo de investigadores de la Universidad de Cornell ha logrado lo que hasta hace poco parecía pura ciencia ficción: la creación de un robot que no solo se mueve, sino que responde a estímulos ambientales, controlado por la actividad eléctrica de un hongo. Este avance, que fusiona materiales biológicos con componentes mecánicos, representa una nueva frontera en la robótica, abriendo puertas a innovaciones en sectores como la agricultura, la exploración marina y la preservación del medio ambiente.

El hongo Pleurotus eryngii: Un controlador biológico

El centro de esta investigación es el hongo Pleurotus eryngii, comúnmente conocido como hongo ostra rey. Este hongo, cuyo micelio (las estructuras filamentosas que forman sus raíces) ha sido integrado como base de control del robot, genera señales eléctricas que permiten a la máquina responder a cambios en su entorno, como la presencia de luz. Esta capacidad no solo permite movimientos simples, sino que también dota al robot de una respuesta adaptativa ante diferentes estímulos.

Este innovador desarrollo, presentado en la revista Science Robotics, es el primero en su tipo que utiliza el micelio fúngico como un sistema de control biológico, lo que marca un avance significativo en la creación de robots biohíbridos. La integración del micelio en la estructura del robot permite una comunicación continua entre las señales eléctricas generadas por el hongo y los movimientos del robot, lo que abre un abanico de posibilidades tecnológicas.

Biohibridación: Naturaleza y tecnología en sinergia

El equipo, liderado por Robert Shepherd, profesor de ingeniería mecánica y aeroespacial, buscaba no solo crear un robot funcional, sino también aprovechar las habilidades naturales del micelio para mejorar la interacción con el entorno. Este sistema biológico, que actúa como una red de comunicación natural en el subsuelo, ofrece una capacidad inherente para reaccionar a estímulos y transportar información, similar a las neuronas en un cerebro.

El proceso comenzó con la elección del Pleurotus eryngii debido a su rápido crecimiento y la capacidad de sus micelios para formar redes extensas y funcionales. Estas redes, aunque delicadas y difíciles de manipular, son capaces de generar señales eléctricas que, una vez capturadas por los electrodos del robot, permiten el control de sus movimientos. Este enfoque no solo es innovador, sino que también destaca el potencial de los sistemas biológicos para mejorar los sistemas artificiales.

Respuestas biológicas en tiempo real

Uno de los experimentos más destacados del estudio involucró la exposición del robot a luz ultravioleta. Los hongos, de forma natural, tienden a evitar la luz, un comportamiento que fue aprovechado por los investigadores para controlar la dirección y velocidad del robot. Al ajustar la intensidad de la luz, pudieron dirigir los movimientos del robot, demostrando cómo los estímulos ambientales pueden ser utilizados para controlar máquinas biohíbridas.

Este tipo de respuesta biológica a estímulos externos es particularmente prometedor en aplicaciones como la agricultura y la exploración marina. Los robots controlados por micelio podrían operar como sensores vivos, detectando cambios en el ambiente y ajustando sus acciones en tiempo real. Además, el micelio tiene la capacidad de sobrevivir en una variedad de condiciones ambientales, lo que lo convierte en un candidato ideal para proyectos a largo plazo en áreas remotas.

Futuro de la robótica ambiental

El potencial de los robots controlados por hongos es vasto. Desde la detección de cambios en la composición química del suelo hasta la exploración de ecosistemas marinos, estos dispositivos podrían revolucionar la forma en que interactuamos con el entorno natural. Sin embargo, como advierten algunos expertos, es crucial considerar los posibles impactos a largo plazo de liberar estos sistemas en la naturaleza. La introducción de dispositivos biohíbridos en ecosistemas podría tener consecuencias imprevistas, alterando el equilibrio ecológico.

A pesar de estas preocupaciones, los robots mitad hongo, mitad máquina representan un paso significativo hacia un futuro en el que las barreras entre lo vivo y lo inerte se desdibujan. Este avance no solo desafía nuestras percepciones de la tecnología y la biología, sino que también ofrece nuevas herramientas para abordar problemas complejos en la intersección entre lo natural y lo artificial. Mientras el micelio sigue extendiendo sus redes en los laboratorios de Cornell, la ciencia continúa explorando las posibilidades de una robótica que fusiona lo mejor de ambos mundos.

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